lunes, 27 de diciembre de 2010

La excursión

Corría viento, las montañas aún dormían, los niños saqueaban las peras que colgaban del peral. Habían decidido ir de excursión. Una bufanda, hastiada del mundo y sus consecuencias, ahorcaba a un joven inglés produciendo una gigantesca pestilencia y dibujando colores morados sobre el paisaje. El profesor remojaba sus manos en el riachuelo que pasaba bajo sus abiertas piernas, presenciando la escena, sin atisbo de interés por intervenir como pensando ¿a quién coño le importa? Era ley de vida, los ingleses morían, las putas jugaban a policías y ladrones…

-Joder, sí que está fría el agua. ¿Me pasas la toalla Charly?

Charly desató la bufanda que oprimía al joven inglés, de nombre Manolo, justo cuando empezaba a agonizar y a calentar el caldo para el almuerzo. Manolo fue recomponiéndose y recuperando el color sin esa endiablada bufanda. Metió la cabeza en el interior de la olla del caldo para después empezar a peinar sus desinhibidos y rizados cabellos para ligar con las chicas.

-Aquí tiene profesor. Tenga cuidado, tiene vida propia y mi polla no la goza, la baila.

-Gracias Charly, ya vemos todos que sirves para algo más que para hablar, eres hasta gracioso copón. ¿Cómo va ese cocido Manolo?

-Great. My mum always says that every nigger must die. Yo me los frío y me los como. Podríamos decirlo así. ¿Qué le sugiere todo esto profesor?, ¿crees que tengo alguna posibilidad de mojar esta noche el churro?

-Sabemos que la vida está llena de contradicciones Manolo-intentó explicar calmadamente el profesor-Un día te sientes fuerte y vigoroso y al siguiente te ves ahorcado por una bufanda. Una misma bufanda que cualquier otro día te hubiese cobijado del frío, y caprichos del destino, ese día se hace la hija puta . No queremos que la vida sea así, pero no nos ocupa a nosotros el dibujarla, son los trazos de Dios se suele decir. Es cuestión de suerte, de principios, de saber estar en el lugar preciso…y de que te hayas meado en esa mallada, sin que se congele el pis. No creo que tengas ninguna posibilidad de mojar el churro esta noche Manolo, te haría falta antes un buen chocolate, pero tú no tienes un buen chocolate, admitámoslo. Eres un crío vulgar y entrepiso, y además, vienes de Inglaterra, donde se comen las zanahorias con pan. No merece la pena…

Y la excursión siguió su curso con total normalidad.


domingo, 5 de diciembre de 2010

Romo y Quique (antigua)


Erase una vez, dos hombres sentados, frente a frente. Olor a cocido, que prepara el mayordomo, dos pastillas de jabón sobre la mesa, y un paquete de arroz esparcido por el suelo. Un mastín los mira fijamente. No pierde el hilo. El más fortachón pregunta:

-¿La quisiste?
-Claro, pásame la mayonesa.
-No, no está sobre la mesa. Tendrás que levantarte. Pon la excusa de que vas a hacer pis, y yo se la pediré al mayordomo.
-Está bien, hasta ahora.

Romo, se levantó de la silla, mientras que su hermano Quique recogía un poco de arroz, que disimuladamente, se lo introducía en los calzoncillos.

-Pero, ¿se puede saber que haces?
-Intento hacer una paella… ¿tú qué crees?, nos somos personas normales Romo. Además, tú fuiste el que reventó la bolsa del arroz sólo porque te suspendieron la semana pasada Literatura.
-Anda, anda… Mientras voy al baño, suelta al chucho, y le das un paseo, que últimamente está muy raro. Trátalo con ternura, y ojalá que mañana suspendas tú, borrico.

Y así lo hicieron. Quique recogió un par de guantes que había colgados con unas pinzas secándose enfrente de la chimenea, para después arrojarlos a las llamas. Se acercó a Gaspar, que así se llamaba el perro, le puso la correa, y salió a la calle, eso sí, no sin antes avisar al mayordomo de que trajese la mayonesa, tal como años atrás le habían aconsejado sus padres.
Acto seguido, aparece el mayordomo en el salón, vacía el bote de mayonesa sobre las sillas que anteriormente habían sido ocupadas por los hermanos, y las cubre con papel de periódico.

-Todos estos miramientos…son para que no se den cuenta de mi trama, querido Botones. ¿Recuerdas aquella vez que bebí demasiado, y por culpa de tal suceso vomité sobre la sartén en la que mamá preparaba las gachas?, pues esto es igual, es cuestión de animar a la gente a hacer cosas absurdas, sólo para molestar. Si es que en el fondo somos unos galanes…

Y claro, nadie respondió, porque hablaba solo.

domingo, 21 de noviembre de 2010

El conejo Guillermo




La helada congelaba los miembros, jugaba con las tempestades, abanicaba los bigotes de nuestro conejo. Era de día. Guillermo se hallaba en medio de la explanada blanca sin una zanahoria que echarse a la boca. La noche anterior la había pasado de borrachera en los establos del tío Tom. Recordaba cómo había ansiado cepillarse el pelaje de la yegua Quetama a la vez que intentaba subir por sus hercúleas patas traseras. No lo había conseguido pues su flauta olía a hierba y esto incomodaba a la susodicha jaca. Mientras tenía estos pensamientos el eco de un disparo rasgó fuertemente el ambiente. Se trataba del lobo estepario, Antoñico, con la escopeta del sesenta y seis, que había ganado en una refriega popular. La bala pasó rozando su hocico e inmediatamente Guillermo corrió hacia su madriguera, a succionar el miedo y chuparlo con el culo.

-Sal de ahí conejo de puta. ¡Recuerda de quién es novia Quetama!-vociferó Antoñico mientras el frío congelaba uno de sus pajizos dientes.

Se acercó con una cojera notable a la madriguera, arrastrando el armamento con el rabo, y la picha entre las piernas. Se notaba que no era militar.

- Ruin hijo de una mala madre. Te voy a poner el hocico como el guisante del chocho de mi abuela. Te vas a enterar si te cojo y despojo, ¡truhán!

El lobo asomó a la entrada del escondrijo de Guillermo. Hoy era Domingo. Considerable fue su sorpresa al presenciar lo que allí dentro ocurría. No había rastro alguno del conejo, por el contrario, se hallaba en el interior una yegua del tamaño de un elefante con un cubo de sal acomodado alrededor del cuello, y labios manchados de color carmesí, como si hubiera comido fruta madura.

-Bendita sea la virgen, ¿cómo coño has entrado ahí Quetama?, ¿y dónde tienes tu conejo?

Acto seguido Quetama salió del escondrijo, y empezó a esparcir la sal por el níveo suelo.

-Soy una quita nieves de tráfico, me gusta mi trabajo.


domingo, 24 de octubre de 2010

Jacinta en la ciudad


Jacinta era periodista por vocación, le chiflaban las mazorcas. Un día, mientras caminaba por la húmeda calle de su nana, encontró un folleto en el suelo, algo mojado, con tintes religiosos y un poco de mercromina. Esbozaba lo siguiente:

“Dios te ama, ¡junta con él tu vientre y haz amigos íntimos! Conózcanos en nuestro claustro, junto a supermercados Dani o llámenos al teléfono que le salga de la punta de la polla”

Jacinta, chica de bien, que se dejaba embaucar por los cantos de sirena de una foca, estrechó el húmedo papel por sus senos, mientras exhalaba un tímido suspiro de amor. Un hombre con dos cabezas la miró extrañado y prosiguió con su marcha. A la chica no le cupo el menor tipo de duda, debía visitar ese lugar, tenía claro que era su sino, fregaba con la escoba. Siguió unas flechas pintadas en el suelo por inspiración divina a la vez que se cortaba las uñas de los dedos de tocar la guitarra. Llegó a un semáforo que olía a heces, así que se tapó la nariz mientras engullía una de sus recién cortadas y suculentas uñas. Al otro lado de la acera, aguardando a que el semáforo se pusiera verde, volvió a encontrarse al hombre de las dos cabezas. Estaba follándose al periódico en su sección de deportes. Ella acudió a socorrerlo con la torpeza de ser atropellada por un camión transportado por un paso de cebra. Los hombres se revolotearon a su alrededor mientras llegaba la ambulancia. Muchos se entretenían con sus bolsas de pipas, otros con sus bolsas de valores, los más tímidos con sus bolsas de judíos. No tardo en demasía en aparecer el cochero de la ambulancia. Se abrió paso entre la multitud soltando un fuelle de su contorneado culo y se acercó a la agonizante Jacinta. Sacó de su maletín una mazorca y se la metió en la boca. Jacinta volvía a sonreír, estaba del todo curada como cuando cenaba en casa con su almohada. Era el segundo milagro que le ocurría ese día, ahora sí que podía afirmar que Dios existía del todo convencida. Segundos después un león que había escapado del zoo la mató.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Travesía en el desierto


¿Cuántos kilómetros podría haber recorrido ya?, ¿cuántos camellos habrían expirado durante el camino? Cegato seguía rumbo buscando la capital argelina, París. Estaba claro que el viaje estaba siendo angosto y no desprovisto de grandes amenazas. La finísima arena penetraba en la comisura de sus labios, formando papillas al mezclarse con su saliva. Cegato no desaprovechaba la ocasión y en un bote, la escupía apresuradamente, para venderla al por mayor en el mercado. El viento había hecho que se le volaran las pestañas, los párpados y las lentillas. Estaba claro que ya no iba a poder conducir, había perdido todos sus puntos y tendría que ir en hiena, adoptarla. El Sahara era demasiado caluroso, incluso hasta para él, que frecuentaba los locales de alterne más lujosos de la ciudad. Se le estaban congelando las piernas, y apenas le quedaba comida. Dos míseras galletas que su madre había envuelto en papel de aluminio, una trucha que había pescado anteayer, y un par de palitos de merluza que resguardaba en los cojones. La noción del tiempo, la iba perdiendo. La llama eterna de la vida, a nadie le importa. Creyó ver a lo lejos una figura inmiscuida en el ambiente. Vociferó.

-¡Ayuda, por favor! ¡944271560! ¡Este es mi número de teléfono por si quiere una cita! ¡Soy un pobre muchacho y he vomitado!

No era su imaginación, se trataba de su Santísima Trinidad, el Papa Benedicto XVI. Se acercó a lomos de una Harley Davidson, modelo Road King, haciéndola rugir más de lo recomendado para impresionar al muchacho.

-Hola guapo, ¿quieres dar una vuelta en mi chica? Mi nombre es Ratzinger, nací en Baviera el 16 de Abril de 1927, soy el elegido de Dios y también tengo tuenti.

-Yo uzbeko, juego al billar profesionalmente, te voté como Papa en las elecciones del año pasado y tengo un par de palitos de merluza que podríamos compartir.

Cegato comenzó a bajarse el Hiyab que se había acomodado en sus partes nobles y sacó los palitos. Se habían conservado bien en su frigorífico, sin lugar a dudas.

-Aún recuerdo cuando mi madre me daba de comer de sus pechos-comentó Ratzi- Fue el único acto lujurioso de mi vida. Yo no me follo a las cebras, ni me esnifo sus rayas. ¡Coño crítico, una serpiente en mi calzado!, ¿se habrá borrado de mi memoria? Bueno, no importa. Están deliciosos estos palitos eh, ¿no te los habrás metido por el culo verdad? Es que saben exactamente igual que la caca de mi yegua Montse.

-¿Puedo abrazar a su Santidad?

-Claro muchacho, soy prójimo de buena voluntad. Copón bendito que calor hace aquí. Dame un beso.

Y juntos, sobre la arena, protagonizaron una de las imágenes más bellas, de las más maravillosas que el hombre ha dejado sobre la faz de la Tierra, durante los siglos de los siglos, Amén.