miércoles, 8 de septiembre de 2010

Travesía en el desierto


¿Cuántos kilómetros podría haber recorrido ya?, ¿cuántos camellos habrían expirado durante el camino? Cegato seguía rumbo buscando la capital argelina, París. Estaba claro que el viaje estaba siendo angosto y no desprovisto de grandes amenazas. La finísima arena penetraba en la comisura de sus labios, formando papillas al mezclarse con su saliva. Cegato no desaprovechaba la ocasión y en un bote, la escupía apresuradamente, para venderla al por mayor en el mercado. El viento había hecho que se le volaran las pestañas, los párpados y las lentillas. Estaba claro que ya no iba a poder conducir, había perdido todos sus puntos y tendría que ir en hiena, adoptarla. El Sahara era demasiado caluroso, incluso hasta para él, que frecuentaba los locales de alterne más lujosos de la ciudad. Se le estaban congelando las piernas, y apenas le quedaba comida. Dos míseras galletas que su madre había envuelto en papel de aluminio, una trucha que había pescado anteayer, y un par de palitos de merluza que resguardaba en los cojones. La noción del tiempo, la iba perdiendo. La llama eterna de la vida, a nadie le importa. Creyó ver a lo lejos una figura inmiscuida en el ambiente. Vociferó.

-¡Ayuda, por favor! ¡944271560! ¡Este es mi número de teléfono por si quiere una cita! ¡Soy un pobre muchacho y he vomitado!

No era su imaginación, se trataba de su Santísima Trinidad, el Papa Benedicto XVI. Se acercó a lomos de una Harley Davidson, modelo Road King, haciéndola rugir más de lo recomendado para impresionar al muchacho.

-Hola guapo, ¿quieres dar una vuelta en mi chica? Mi nombre es Ratzinger, nací en Baviera el 16 de Abril de 1927, soy el elegido de Dios y también tengo tuenti.

-Yo uzbeko, juego al billar profesionalmente, te voté como Papa en las elecciones del año pasado y tengo un par de palitos de merluza que podríamos compartir.

Cegato comenzó a bajarse el Hiyab que se había acomodado en sus partes nobles y sacó los palitos. Se habían conservado bien en su frigorífico, sin lugar a dudas.

-Aún recuerdo cuando mi madre me daba de comer de sus pechos-comentó Ratzi- Fue el único acto lujurioso de mi vida. Yo no me follo a las cebras, ni me esnifo sus rayas. ¡Coño crítico, una serpiente en mi calzado!, ¿se habrá borrado de mi memoria? Bueno, no importa. Están deliciosos estos palitos eh, ¿no te los habrás metido por el culo verdad? Es que saben exactamente igual que la caca de mi yegua Montse.

-¿Puedo abrazar a su Santidad?

-Claro muchacho, soy prójimo de buena voluntad. Copón bendito que calor hace aquí. Dame un beso.

Y juntos, sobre la arena, protagonizaron una de las imágenes más bellas, de las más maravillosas que el hombre ha dejado sobre la faz de la Tierra, durante los siglos de los siglos, Amén.




domingo, 5 de septiembre de 2010

El profesor III



-Buenos días chicos. Hoy quería hablaros de un tema de actualidad. Oh Dios, percato que te acabas de mear Lidia, que aberración… Anda, ve al baño y usa los cordones de tus zapatos para el suicidio.

-Sí maestro.

Acto seguido la muchacha abandona la sala, no sin antes dejar un pequeño río a su paso donde navegan renacuajos.

-Sigamos con el tema a tratar. Hoy os voy a hablar de Extremadura. Es una comunidad autónoma española, compuesta por dos provincias: Cáceres al norte y Badajoz al sur. Allí se formaron ilustrísimos eruditos como Schopenhauer, Unamuno, Buda y el Paco Priscos. El clima de Extremadura es de tipo mediterráneo, excepto cuando es verano, que tiene un clímax, como mi mujer cuando le como el molusco. En el territorio extremeño hay 38.747 extranjeros de los cuales 23.807 viven en la provincia de Badajoz y los 14.940 restantes en la de Cáceres. Deberían estar todos muertos, ya que no saben nuestra lengua y se comen nuestra comida.

-Profesor, estas lecciones de historia que nos das creo que te las inventas. Me suena a chiste malo, no me las creo.

-Charly, querido amigo, no sé cómo no la palmaste en el parto. Creo que deberías ser mudo,todos seríamos más felices. Chicos, imaginemos por un momento un mundo sin Charly, sin la estupidez humana y con negros con sus fastuosos rabos. Imaginemos una avioneta que surca nuestros hermosos cielos y una casa sobre un cerro. Una casa en la que se precipita nuestra amable avioneta. Imaginemos que esta casa arde, y mueren todos sus integrantes. Imaginemos si es posible que esa casa sea la de nuestro amado Charly y yo el conductor de la avioneta. Yo salgo ileso por la gracia divina, y Charly en cambio, el pobre no tiene más suerte y muere. Ni tontos, ni malos alumnos, ni compresas en los lavabos, ni mujeres con velo. Este sería un buen mundo Charly, y no el que tú habitas…

Charly digievolucionó.